La locura indolente de mi pecho se aferró aún más a mí dolor, haciendo pedazos ese agujero, concentrándose en mi corazón, contrayendolo sin latir, sólo para provocar ese grito ahogado que aún tengo entre la cabeza y el pecho, anudado en la garganta sin desatarse desde que se formó, sin que el tiempo le diera en razón a la salvación, pero sigue desgarrando mi pecho, aferrado por el recuerdo siendo la memoria es un juego cruel que desata los sentienmientos mas perversos.
La desconfianza se convirtió en el alimento principal de mi alma y es hoy cuando los que me aman reclaman mis palabras que besaban sus caras
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